Las escuelas diferentes existen en otros lados, ¿podrían existir en Argentina?

Créditos imagen: Escuelas Vittra, Suecia

Hace unos días escribí sobre la escuela que yo quiero. En ese momento no me había puesto a indagar mucho si existía algo parecido en algún lado, aunque tengo la certeza de que en no existe hoy en Argentina. Pero a raíz de esa entrada comencé a focalizar la mirada en experiencias de escuelas diferentes y con la ayuda de algunos colegas y «tuiteros» pude comprobar que en otros países sí existen escuelas diferentes.

Voy a compartir aquí algunos de los ejemplos.

Empecemos por el que más que me impactó: las Escuelas Vittra de Suecia. Ellas tienen lo más importante que se necesita para mí para lograr un cambio: rompen con la estructura organizacional y hasta edilicia de una escuela tal como la concebimos. En ellas la tecnología es de uso cotidiano, los agrupamientos no son forzados y se trabaja sobre intereses de los chicos, ampliando su conocimiento en espacios creativos. Sin duda con solo mirar los espacios podrán darse cuenta de que aquí se aprende de una manera bien distinta. Y el Estado sueco lo reconoce, ya que son 30 escuelas de este tipo. Aquí hay una nota con más información: «Las escuelas más innovadoras del mundo no tienen aulas ni pizarras»

Continuemos por otro caso: escuelas concebidas desde el diseño del espacio como diferentes. Agradezco en este caso Paula de http://educoencasa.com.ar/ por compartir este material. Se trata de la experiencia registrada en el video «Not Old School: Architecture in Support of Learning (U.K.)», en donde se observa el trabajo conjunto de arquitectos, educadores y otros especialistas para diseñar ambientes de aprendizajes adaptados a las necesidades actuales de los chicos de hoy. En este caso no se observa tanto de la propuesta pedagógica como de la integración de un equipo pensando qué necesitan los alumnos como ambiente de aprendizaje.

En otro caso que me acerca mi colega Miriam Goldszier, aparece en cambio la experiencia pedagógica experimental registrada en la película «Entre Maestros», a cargo de un docente de España que harto de su trabajo dentro del sistema, decide encarar otro tipo de enseñanza fuera de él. Si bien aquí varía el hecho de que ya no hablamos de la escuela sino de una experiencia fuera de ella, lo que se plantea bien podría insertarse en el contexto escolar sin dificultad.

Aquí en esta nota por ejemplo, encontramos varios casos de lo que se consideran escuelas innovadoras en el mundo. Podemos coincidir o no con algunos aspectos que en ellas se señalan, pero si vemos lo que tienen en común podremos observar que la infraestructura, la organización institucional, la motivación para aprender, la flexibilidad curricular y el uso cotidiano de la tecnología resultan los aspectos más salientes.

Justamente hoy sale en un periódico local esta nota, mientras yo ya había empezado a escribir esta entrada y veo que el tema resulta preocupación de varios por suerte: «Por qué la escuela tradicional es un fracaso en todo el mundo«.

Sin embargo, nobleza obliga recordar que en Argentina hubo experiencias innovadoras y de vanguardia, como la escuela de las hermanas Cossettini en Rosario, que tan bien se ha reflejado en el documental «La escuela de la Señorita Olga«, en donde se aprendía para la vida y en sin que la enseñanza se «padeciera». Podemos citar algunas otras experiencias emblemáticas como las del maestro Luis Iglesias, registradas en la escuela rural en la que ejercía.

Entonces… ¿qué pasó en nuestro país con este potencial innovador? ¿Por qué hoy no hay en Argentina algo ni siquiera cercano a estas experiencias?

Les propongo «jugar» un poco a pensar qué pasaría si hoy quisiéramos tener algo así como una «escuela Vittra» dentro del sistema público de educación. Empiezo yo enunciando los primeros 10 aspectos que se me ocurren:

1.- No habría formar de contar con los docentes que realmente quisieran trabajar en esta experiencia: sería muy mal visto por los gremios que se postularan quienes quisieran participar de un proyecto de estas características y se les permitiera hacerlo sin seguir el orden burocrático de acceso que fija el sistema. Por ende, sería imposible garantizar tener un equipo docente verdaderamente comprometido con un proyecto de esta naturaleza. Y sé que todo el que diga algo así como lo que estoy expresando será tildado de «liberal»; «ir en contra de la estabilidad laboral»; etc. Nada más lejos de mí que todo esto, pero es hora de entender, duela a quien le duela en su discurso progresista, que no se puede cambiar y mejorar una escuela si sus docentes no quieren hacerlo. Y que «la estabilidad» muchas veces se riñe con la «calidad», por lo que es necesario pensar alternativas que nos permitan salir de este encierro.

2.- No se podría tener un tiempo de trabajo docente remunerado como corresponde: emprender este tipo de experiencias implica mucho trabajo y requiere de la conformación de equipos que tengan los tiempos y espacios, dentro de su horario laboral, para formarse; prepararse y trabajar colaborativamente. Ningún funcionario de turno aceptaría pagarle a los docentes lo que se merecen por su tarea.

3.- Los padres reclamarían a la escuela que no toma muchas pruebas, que no le dan tarea para la casa, que no aplica el rigor suficiente: en los últimos tiempos, gran parte de los reclamos para traccionar hacia una escuela más tradicional y conservadora proviene de los propias padres, quienes añoran su propia escolaridad a la que identifican como muy buena en relación con lo que hoy se brinda como enseñanza en las escuelas. Sin embargo no logran ver que lo que pudo ser bueno para una época, hoy ya no debería serlo porque el mundo es otro y las capacidades que se requerirán en el futuro a los chicos de hoy no serán las mismas que las de ellos.

4.- No contaríamos con edificios adecuados para emprender este tipo de propuestas: es más, ni siquiera contamos hoy con edificios adecuados para ejercer siquiera una enseñanza tradicional. Las malas condiciones de infraestructura caracterizan el sistema educativo actual y un cambio requeriría una inversión seria y repensando los espacios de cero.

5.- Los directivos no podrían gestionar de manera autónoma y descentralizada sus recursos, ni humanos ni materiales: para lograr implementar un sistema diferente, es necesario contar con grados de autonomía. Por supuesto que sería necesario «rendir cuentas», pero la gestión debería ser de acuerdo a las necesidades y prioridades institucionales.

6.- Tendríamos que actualizar los contenidos curriculares y romper con su estructura de fragmentación histórica o bien permitir acreditarlos ante el sistema de manera diferente: hoy existe un sistema de acreditación y certificación poco flexible y unificado, con espíritu homogeneizador. En este punto se unen la necesidad de reformular aspectos curriculares y de evaluación.

7.- Se debería oficializar un modelo de «blended learning», que combinara instancias virtuales con instancias presenciales, adaptable a cada contexto: esto se opondría a la tradición del control de la asistencia como indicador de la regularidad en la escolaridad.

8.- No se sabría cómo asignar a los docentes en las escuelas: si cada uno pudiera elegir el proyecto pedagógico del cual participar, debería cambiarse todo el sistema de acceso y permanencia a los cargos docentes, lo cual sería un imposible en término del «Estatuto» conseguido hace más de 50 años, cuando el mundo y la escuela eran otra cosa.

9.- Se debería cambiar absolutamente la formación de los docentes, quienes hemos sido preparados para una escuela de otro tiempo. Esta nueva formación requeriría de tiempos y espacios para impactar de manera real sobre la enseñanza.

10.- Necesitaríamos una gestión político-educativa decidida a mejorar aunque tenga que pagar los costos políticos que correspondan para hacerlo, y que sepa que sus acciones serán reconocidas solamente mucho años después. En nuestro país, esto parece mucho más que una utopía… La mayoría de los funcionarios solo quieren pasar por las gestiones «sin hacer demasiadas olas» y no tener problemas. Y los que no son así no logran sobrevivir…

Bueno, hasta aquí los principales aspectos que explicarían para mí por qué esto no podría suceder en el sistema estatal. Ahora, si trasladamos el pensamiento al sistema privado varios de estos puntos desaparecen y se hace más factible. Sin embargo, puede seguir sin sortearse todo lo inherente al orden de lo curricular o la evaluación y acreditación oficial en el sistema. Aunque ya sabemos que siempre existen formas de bypassear al sistema!

He escuchado a colegas muy respetables hablar de estas ideas, en ambientes académicos o más «protegidos». No las dicen tan públicamente porque inmediatamente son tildados de «liberales» o cosas similares. También he escuchado a muchos otros colegas sostener el discurso de la mejora de la calidad, pregonando como soluciones siempre volver a lo más tradicional del sistema: más «contenidismo»; más fragmentación disciplinar en nombre de una profundidad de aprendizaje que nunca llega; más evaluación convencional. En síntesis: más de lo mismo.

Pero debo decir que no me resigno. Sigo creyendo fuertemente en la educación pública; sigo construyendo estrategias día a día para poder hacer de ella algo mejor; sigo pensando que podemos aunar esfuerzos y pensar modelos de escuelas públicas diferentes. Por algo otros países del mundo que les va objetivamente mucho mejor que a nosotros lo han hecho ya. Y no se trata de copiar esos modelos, sino de construir uno propio que tome lo mejor de ellos pero recupere también el maravilloso espíritu que tenía «la escuela de la Señorita Olga».

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